Este pasado miércoles, un avión Boeing 737 Max operado por la aerolínea británica TUI con casi 200 pasajeros a bordo, realizó un aterrizaje de emergencia tras un inusual y alarmante incidente en pleno vuelo que dejó los parabrisas manchados de sangre.
El avión, que había despegado desde Londres con destino al archipiélago africano de Cabo Verde, luego de alcanzar los mil pies de altura se vio obligado a regresar al aeropuerto Gatwick después de que dos grandes cisnes chocaron contra su fuselaje y dejaran manchado el parabrisas de la aeronave con sangre, impidiendo así la visibilidad.
El incidente ocurrió cuando las aves impactaron en la parte delantera del avión, que viajaba a una velocidad cercana a los 300 kilómetros por hora.
El impacto no solo agrietó el parabrisas, también rompió el mamparo de presión, afectando los sistemas electrónicos críticos de la aeronave. Como resultado, los pilotos se encontraron con la incapacidad de no poder mantener la presión del avión.
Con los parabrisas manchados de sangre y visibilidad limitada, los pilotos volaron en círculos durante aproximadamente una hora y media antes de conseguir realizar un aterrizaje seguro en Gatwick. Una vez en tierra, el avión requirió una escolta desde la pista hasta su posición de estacionamiento debido a la dificultad que enfrentaban los pilotos para visualizar el camino.
No se registraron lesionados
Afortunadamente, tras el incidente no se reportaron heridos. Sin embargo, un portavoz consultado por el tabloide británico The Sun destacó la gravedad del suceso, señalando que «los choques con aves no son raros en los aeropuertos del Reino Unido, pero esto fue a una escala de terror nunca antes vista».
El impacto provocó «temblores» que se habrían sentido a lo largo de toda la aeronave.
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