CON AFECTO PARA POLICARPO ISAAC LÓPEZ
CRÓNICA | Escribe Valmore García. | Julio Fernández está cercano a la octava década. Los recuerdos se pierden en su memoria. A su muchacho le dieron pasaporte a otro plano.
Hacía rato que lo había perdido. Se lo llevó el alcohol, la calle y finalmente una pedrada que le asestó otro vikingo. La nota aparecida en un portal de sucesos da cuenta que fue en la calle nueva de Valle de la Pascua donde lo hicieron abordar el tren hacia el oriente eterno.
Intentamos llevarlo, retrocederlo a esos primeros años de la década gloriosa de los sesenta, donde ocurrió casi todo. La guerra de Vietnam, la aparición de los Beatles, los Rolling stones, los Killer, The hot blummer organization, Miriam Makeeba y pata pata, la señora Robinson, festival de Woodstock, la primera feria de la Candelaria en la calle real, los morochos del Manapire, Juventud Square y la bandera de las FALN que ondeó por dos días en la torre de CANTV hasta que José “Parahuelo” Pérez de la Juventud comunista le dijo a los policías que él se subía a la torre y la bajaba. Subió y la bajó, ante la mirada asombrada del Rayo, pellejo e mono y el indio.
Los muchachos de la Juventud comunista, apostados en la esquina de la Eureka, no ocultaban la alegría que les producía aquel evento que por muchos días se comentó en el pueblo.
El Partido Comunista y el primer desgajamiento de Acción Democrática, llamado Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR) habían declarado la guerra a la democracia y al Presidente Rómulo Betancourt. Podían repetir la gesta de Fidel Castro y sus barbudos en la sierra maestra.
El hombre de la pipa se les paró de frente y los combatió con plomo. Hubo Carupanazo, Barcelonazo, Porteñazo, Caracas la roja, frente guerrillero José Leonardo Chirinos en Falcón, el Charal en Portuguesa, el bachiller en Miranda, la azulita, Apure, Monagas. Centenares de jóvenes murieron en el intento. Guerrillas urbanas, Unidades Tácticas de Combate.
En Valle de la Pascua, estuvo David Nieves y Lucas Leal. Acá estaban Liberio Peñalver, el loquito Fuentes, Ramón Malaver, El Canario, el catire Baloa, Víctor Borrero, Diego Maita, Misael Flores, José Ochoa, Porfirio López, Luís Soler, El Esmayao, Tomás Ruiz, Braulio Sánchez.
Estos nombres, estos hombres eran del partido. El relevo, la juventud, la jota Cé la integraban, entre otros, José Manuel Celis, Efrén Acevedo, José Aquino, Mayito Celis, Efraín Tavera, los hermanos Russian, el cuervo, Armando Diaz, los hijos de Telésforo Medina el del Restaurant Obrero que estaba en la atarraya frente al mercado. El negro picante, pájaro enfermo, Mireya. También estaban Juvenal Guevara, Luis “el negro” Alvarez, Policarpo Isaac,” Venao” Ochoa, Luis “perringa” Velásquez, Portillo de Las Mercedes, Tobita, el negro Camuco, Roger Puerta.
Por el MIR se recuerda a Teodomiro Loreto, Pedro Higuera, Luís Alvarez hermano de Abelardo y Pompeyo Higuera. El gago Perales se había marchado a las guerrillas en los primeros años. Al despuntar los sesenta ya José Antonio andaba con Douglas Bravo por la Sierra de San Luis.
Nos contó que le tocó traer a Freddy Carquéz desde Falcón hasta Boca de Uchire, luego de la ruptura entre ambos jefes guerrilleros. La fachada legal de los muchachos de la Juventud Comunista era el club Yara, en la calle Shettino entre Paraíso y Rómulo Gallegos.
Allí se discutía política, se planificaban operaciones y se bailaban los ritmos de moda. El negro Alvarez escribió una bonita crónica sobre esos años. Por ahí está en las páginas del mensuario “El bazar Express” que circuló durante un año en Valle de la Pascua.
Policarpo se había marchado a Caracas. Debía culminar el bachillerato. Por allá le llegó la noticia de que en su pueblo, la Jota Cé preparaba una operación “arrechísima” en apoyo a la lucha guerrillera.
El PCV y el MIR habían unido esfuerzos y creado las Fuerzas Armadas de Liberación Nacional (FALN), comandadas por el pascuense Pedro Medina Silva y Manuel Ponte Rodríguez. A Julio Fernández lo había captado Efrén Acevedo. En esos años, los liceístas acostumbraban estudiar en las aceras y plazas.
En las noches se les veía en sus sillas de lona, thermo de café, libros, apuntes, tesis. Algunos colgaban pizarrones para los ejercicios de matemáticas. Efrén me agarró y empezó a explicarme la situación del país, la explotación del hombre por el hombre, el imperialismo yanqui, la revolución cubana, el hombre nuevo y el papel de los jóvenes en esa lucha gloriosa que nos conduciría a una sociedad sin clases, donde todos seríamos iguales.
Al amanecer yo estaba listo para irme a la montaña con mi fusil en ristre. Julio Fernández, el tupamaro, viajó a Chile en el año 1971. Estuvo un año en Santiago. Vivió en la comuna San Miguel, trabajó como chófer de un camión de obras públicas y militó en el Partido socialista jefaturado por el indio Altamirano y activó en las brigadas Elmo Catalán y Ramona Parra. Enfrentó a los “momios” y un año después se regresó a Venezuela.
Dice Julio que a él le tocó colocar la bandera de las FALN en la torre de CANTV que estaba a una cuadra de la policía, al lado del Hotel Venezuela. La memoria le falla cuando nos dice que bajaba del salón azul del Hotel Venezuela con la bandera entre sus prendas interiores.
En esos primeros años del sesenta no existía el salón azul. Estaba forrado con la bandera, comenta. No precisa si era blanca con letras negras o si era negra con letras blancas, o de què color era. Tenía los cojones de subir la torre y colgar la bandera. Y lo hizo. Los campaneros eran el catire Baloa, Armando “Puyita” Diaz, hermano de Héctor Ortega; ambos hijos del viejo José Mercedes Belisario propietario del edificio del Hotel Venezuela y el negro Luis Alvarez que vivía en la esquina de La Canastilla.
La operación fue un éxito, “Camachito” el de la Digepol se movió por los cuatro puntos cardinales del pueblo en busca de los que se atrevieron a colocar aquella bandera en la nariz de los policías. Hubo detenidos, bolsas de plástico, batazos. Nadie sabía nada. Casi todos los protagonistas se han ido a tomar el cielo por asalto.
Quedan el tupamaro Julio Fernández, Luis Alvarez que anda por Bucaramanga, queda Poli, hombre de ciencia y orgullo de Valle de la Pascua.
Y queda una bandera amarillo, azul y rojo que debe ser izada en cada casa, en cada calle, en cada escuela, en cada liceo, en cada universidad, en cada corazón…
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