Eleuterio Navarro fue músico, adeco toda la vida, agricultor, entrañable amigo, solidario, socorromutano. Era mi padrino y tío por añadidura, era uno de los familiares más cercanos de mi familia. En los momentos difíciles siempre contamos con su mano amiga y el consejo oportuno.
Esa condición de “consigliero” por encima de todo destacaba en su condición humana. Lo recuerdo en una edición del Taller de Desarrollo Humano (TADEHU) disertando sobre los valores de la familia y luego nos brindó un concierto con su violín montañero.
En los últimos días de la dictadura de Marcos Pérez Jiménez lo veía al lado de Daniel Piñero, Teodomiro Loreto, El Flaco Hernández, Manuel Esteban González y el viejo Tobías.

Hablaban en voz baja y uno, con la inocencia infantil, suponía que era algo importante lo que susurraban en aquellas tenidas. Eran militantes de la resistencia y conspiraban para que volviera la democracia.
Eleuterio había nacido en Mamonal del Guamo, en las cercanías del río Tamanaco, el 1 de marzo de 1924; por lo que al momento de emprender viaje al oriente eterno había vivido 91 inviernos. Desde temprana edad se dedicó al trabajo del campo, ayudando a sus padres Tomás Martínez y Teresa Navarro.
Por muchos años estuvo en los caseríos La Aguada del Calvario y en Las Placitas, para finalmente, en busca de la preparación de sus hijos se mudó a Valle de la Pascua.
La gente de la montaña lo nombraba “Lauterio”, quizás por economía o por simple y llana pronunciación campestre. Para ellos fue un amigo en estricto sentido. Cuando venían al pueblo o se enfermaba un familiar, su casa era posada obligatoria.
De igual modo, a la hora del papeleo legal, un muchacho reclutado, un preso por peleas a garrote o la simple huida de una muchacha casamentera; “Lauterio” se convertía en el abogado que redactaba en su máquina de escribir los documentos correspondientes. Era junto con el viejo Tobías, dirigente del partido Acción Democrática, sabían leer y escribir y sabían colocar inyecciones.
Mi tío padrino Eleuterio era el sobreviviente de sus hermanos Rafael, Juliana y Tita. Casó con Dominga Padilla Navas con quien procreó a Teresa, Rafael, Rómulo, Eleuterio Jr., Nohelia y Tomás. De otras sacas nacieron el reconocido guitarrista Juan Navarro, Vidal y Gustavo. No puedo dejar de mencionar a un hijo putativo que desde siempre le profesó admiración y respeto; Carlos Biriley Castro.
Fueron muchos los momentos compartidos con Eleuterio y siempre estuvimos pendientes de una larga conversación. Luego de una nota que escribimos sobre Gustavo González, hablamos con nuestra amiga Cándida y le confiamos que muy pronto escribiríamos sobre mi tío padrino; pero los designios del padre son inescrutables.
Momentos especiales que compartimos junto con Otto Rodríguez, en una oportunidad fuimos a dar una serenata a una dama amiga de mi tío, por los lados de la calle 21 de enero y luego de tres piezas, oímos una voz femenina que nos señalaba que la persona indicada vivía tres casas más adelante.
Esa misma noche fuimos a un festejo matrimonial en el Club de Leones, donde pidió la palabra para aconsejar a los recién desposados. En Loma Alta con Pedro Guzmán, Luis Ortiz, Negro Carlos, Prajedes, Vicentico, Don Tobo y el violín montañero haciendo rodeo en una noche de luna llena.
En los altos de la corresponsalía del diario El Nacionalista, donde junto con el profesor Miranda, Otto Rodríguez, Edgar Clavo Vinicelly y Limber Salazar y los aplausos de Luís Campagna Mendez, y muchos más, un café concert para cordializar y celebrar la noche. Eran otros tiempos los que vivimos. Cuando nos informaron que Eleuterio había partido, nos costó creerlo; pensábamos que le quedaba mucho por vivir.
Regularmente lo veíamos sentado a la puerta de su casa y nos deteníamos a saludarlo. A esta hora y momento, a la hora de la despedida le decimos como cantaba Cheo Feliciano:
BUEN VIAJE MI GENTE, BUEN VIAJE. ELEUTERIO NAVARRO EL CONSEJERO DE LA MONTAÑA.
Valmore Garcia C.N.P. 6.547